Estudio revela consecuencias psicológicas en menores repatriados
Salir del país y ser repatriados acelera la maduración de los migrantes mexicanos, sobre todo los menores de edad, en un proceso que empieza desde el momento en que salen de sus casas, cruzan la frontera y se extiende hasta que son deportados al lado mexicano.
Estos fueron los resultados de un estudio realizado por El Colegio de la Frontera Norte (Colef) en menores repatriados por Matamoros–Brownsville, punto fronterizo con una larga tradición de cruce en la colindancia de México con Estados Unidos.
Según un reporte del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef por su siglas en ingles) en el país “cada año, alrededor de 40 mil niños y niñas que migran son repatriados desde Estados Unidos a México; de éstos, 18 mil viajan solos”.
El doctor Óscar Misael Hernández, titular del proyecto, explicó que se realizaron entrevistas a menores ingresados en el Centro de Atención al Menor Fronterizo (Camef) de Matamoros, un albergue dependiente del Sistema DIF municipal; el propósito fue reconstruir su experiencia migratoria.
Concretamente, se retomaron los casos de 35 menores migrantes repatriados de Estados Unidos: 25 eran varones y el resto mujeres, tanto de origen rural como suburbano, de entre 14 y 17 años de edad, originarios de los estados de Oaxaca, San Luis Potosí, Veracruz, Puebla y Estado de México.
Para captar sus experiencias, este especialista realizó un cuestionario que incluyó diferentes ejes temáticos, así como aspectos socio-demográficos, laborales, lugar de origen y destino, además de integrar la técnica del dibujo con el fin de que plasmaran su travesía.
Entre los hallazgos del estudio, el doctor Óscar Misael Hernández encontró que la experiencia de cruzar la frontera de manera indocumentada representó para los menores aislarse de emociones, mostrar valor, resistencia, dureza y desafío ante otros hombres.
Los entrevistados coincidieron que en sí la experiencia de haber migrado los expuso a sentimientos de dolor e impotencia por tratar de proteger económicamente a sus familias y no haberlo logrado.
La mayoría de ellos respondieron al doctor Hernández que tenían la idea de volver a intentar cruzar la frontera. Al menos, en la opinión de los varones, los peligros que se enfrentan en el camino son mínimos comparados con el temor de volver a ser detenidos y repatriados.
En el caso de la técnica de dibujo, un patrón muy repetitivo era el rio donde los jóvenes aparecían en el extremo mexicano y del otro lado había edificios y dólares, es decir, buscaban alcanzar “el sueño americano”.
De acuerdo con Misael Hernández, los menores argumentaron que su motivación principal para emigrar fue el interés en trabajar; asimismo, los jóvenes no sólo se alejan de su lugar de origen por una aspiración personal, sino también por una necesidad económica anclada en una cultura masculina que evoca que son ellos quienes deben trabajar para poder ser reconocidos como hombres.
El investigador del El Colegio de la Frontera Norte, uno de los integrantes del Sistema de Centros de Investigación Conacyt, destacó que este trabajo sugiere que la migración es un proceso donde se construye una identidad de género, y que los menores varones mezclan anhelos personales y sociales de ser un hombre o actuar como tal.