Resignación y aceptación de la realidad
Segunda de tres partes
México, D.F., 28 de octubre (Redacción Salud Mundo de Hoy).- El ser diagnosticado con cáncer de mama puede provocar, a parte de los molestos síntomas que trae consigo la enfermedad, infinidad de emociones y sentimientos negativos que pueden convertirlo en un desgarrador sufrimiento; sin embargo, Ela Gijón optó por revestir su alma y su mente de una actitud positiva que le permitió seguir respirando los encantos más sublimes de la vida y, aunque generalmente entre el miedo y la frustración, reconocer las ganancias que estaba sacando de esta dolorosa experiencia.
“Yo no tengo medios económicos fuertes, pero he tenido principalmente a mi madre, a mi hermano, a mis dos sobrinos y a mis amigos como ángeles a mis espaldas todo el tiempo. También mis doctores se convirtieron para mí en un gran apoyo, una luz en mi camino. Siempre que llegaba a los consultorios o laboratorios, me decían: “¿Y el paciente?”. “La paciente soy yo, doctor”, les contestaba.
A pesar de todo siempre mantuve una actitud positiva. Tenía mucho miedo, muchísimo…miedo a las quimios, miedo a la operación, y ni así me permitía caer, tampoco llorar. Dicen que debo hacerlo para desahogarme, que no cargue todo el tiempo la bandera de la fortaleza, que se vale derrumbarse de vez en cuando. Una de las cosas que más trabajo me costó fue decírselo a mi mamá. Era como querer protegerla a ella más que a mí, al menos ésa era mi sensación.
Poco a poco llegó la resignación, y con ella la aceptación de mi realidad. No tenía muchas opciones, pero algo empezó a complicarse: me pusieron un portacat para introducir la quimioterapia por ahí, pero no me fue posible utilizarlo sino hasta en el cuarto ciclo, ya que después de quitarme los puntos la herida se abrió y se expuso el tambor del portacat, por lo que tuvieron que abrirme en dos ocasiones.
Esto ha sido muy doloroso y tuvo como consecuencia la flebitis en mi brazo derecho, en donde recibía las tres primeras quimios. Todo esto provocó más frustración en mí.
El puesto de la agencia de viajes me lo han cambiado en dos ocasiones debido a los días de incapacidad que tengo que tomar en cada ciclo de quimioterapia. Esta incapacidad ha sido hasta de quince días seguidos, y no precisamente por las quimios, sino por los estragos físicos que me causó el portacat.
He intentado vivir mi vida lo más normal que puedo. Me levanto, camino una hora, me voy a trabajar, al cine, al teatro, a tomar café con mis amigas; no he tenido grandes malestares o náuseas. A veces tengo la sensación de no poder caminar, siento un cansancio extraño en el cuerpo y en la mente, el cáncer ha sido como un fuerte viento que arremete mi cuerpo y no deseo admitirlo en mi alma, esta alma que hoy se siente limitada, suspendida, que hoy tiene que esperar; retomar luchas y posponer proyectos, que va kilómetros atrás de mis pies como si todos mis sueños tuvieran que esperar, como si alguien me hubiera puesto una pausa. Hoy tardo en recorrer distancias y vuelo con sueños perdidos al mañana. Y hasta dentro de nueve meses, cuando este show haya terminado, podrá irse esta sensación.
Claro que hay noches feas, días en los que me deprimo y me enojo. Me incomoda mucho no poder hacer planes a largo plazo. Debo reconocer que la pérdida más grande ha sido la de mi libertad.
Siempre he sido una mujer vanidosa, y pareciera que esto fue a propósito. Yo vivía a dieta toda mi vida, y ahora, en cinco meses tengo seis kilos de más, no tengo pelo y se me están cayendo las pestañas. Pero también reconozco que soy una mujer aguerrida, empeñosa y que va para delante. Esta enfermedad me ha traído pérdidas, pero el conocimiento de mí misma, mis amigos y el apoyo y fortaleza sin cansancio de mi madre han sido mis grandes ganancias.
* Testimonio reproducido del libro “Matices, 27 testimonios de sobrevivientes de cáncer de mama” de la Asociación Mexicana Contra el Cáncer de Mama, A.C. (2003)