LaSalud.mx.- Con el objetivo de entender la razón de por qué el cerebro de un niño autista es de 20 a 30% más susceptible a sufrir convulsiones que un menor sin el padecimiento; el investigador de la Universidad de Veracruz (UV), estudia la relación neurobiológica que existe entre el trastorno del espectro Autista (TAE) y la epilepsia.
Ángel Alberto Puig Lagunes, estudiante de doctorado en Investigaciones Cerebrales de la UV, trabaja con dos modelos experimentales, uno de autismo y otro de epilepsia debido a que 30 por ciento de los autistas pueden presentar en algún momento de su vida algún tipo de epilepsia, principalmente en la infancia y adolescencia.
La investigación busca conocer las diferencias en la cantidad de neurotransmisores y receptores que pudieran determinar la susceptibilidad a presentar convulsiones. “Si se sabe lo que sucede en las estructuras del cerebro de ratas de laboratorio utilizando estos modelos, se pueden generar nuevas pistas sobre las características que presentan los pacientes con TEA que las hacen más susceptibles a presentar crisis epilépticas y quizá en un futuro facilitar con nuevos fármacos o intervenciones no farmacológicas el tratamiento de dichos padecimiento”, precisa Ángel Puig.
La Organización Mundial de la Salud calcula que uno de cada 160 niños menores de 12 años tiene autismo en el mundo. En México, existen alrededor de 46 mil personas con esta enfermedad.
El especialista refiere que de uno a 1.5 por ciento de la población mundial presenta epilepsia, lo que equivale a 50 millones de personas. Distintos datos epidemiológicos indican que entre el 20 y 35 por ciento de los menores con autismo tienen este padecimiento; sin embargo, aún se desconocen las causas neurobiológicas de dicha comorbilidad.
Ante ello, Puig Lagunes en colaboración con los doctores María Leonor López-Meraz, Jorge Manzo Denes y Rebeca Toledo Cárdenas evalúan cambios neuroquímicos que se presentan en estructuras cerebrales como el hipocampo, amígdala, cerebelo y corteza frontal expuestos al ácido valproico, áreas implicadas tanto en el autismo como en la epilepsia.
El investigador analiza las convulsiones por medio de fármacos como el pentilentetrazol, utilizado para inducir crisis, y el ácido valproico, un anti convulsionante que se aplica de forma prenatal a ratas de laboratorio, ya que diversas investigaciones han demostrado que cuando se le administra a una mujer embarazada existe mayor probabilidad de que su hijo nazca con TEA o malformaciones congénitas.
Con este método, cita Ángel Puig, se estudia si los fetos expuestos al fármaco son más susceptibles a presentar crisis epilépticas y se puede identificar a nivel neurobiológico qué sucede en el cerebro de los autistas.
Los resultados de esta investigación muestran que al igual que los niños con autismo, las ratas de laboratorio que fueron expuestas prenatalmente a ácido valproico son más susceptibles a presentar crisis tónico-crónicas generalizadas, comunes en personas con epilepsia.
Con este trabajó Ángel Puig obtuvo el tercer lugar en el Congreso Anual del Capítulo Mexicano de la Liga Internacional Contra la Epilepsia (Camelice), realizado en León, Guanajuato en agosto de 2014.
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