En estos pacientes, el tronco del encéfalo y la amígdala están muy degenerados. El trastorno del sueño podría ser un indicador de la primera etapa de esa degeneración. Si se confirma su utilidad predictora, habría que desarrollar fármacos neuroprotectores “para que la célula no se dañe y pueda seguir produciendo dopamina. El problema es que en el Parkinson, los síntomas aparecen cuando ya ha desaparecido el 80% de la dopamina”.
Las personas con ese trastorno sufren pesadillas cuando entran en la fase REM del sueño. Sueñan que los insultan, los atacan, los persiguen o discuten. Por una disfunción cerebral, sus músculos no están paralizados y, por lo tanto, reaccionan al sueño: se mueven, dan puñetazos para defenderse, gritan o hablan en voz alta.
Pero como no todos acaban desarrollando Parkinson, el equipo de Iranzo continúa la investigación para identificar otros marcadores que, una vez diagnosticado el trastorno del sueño, permitan discriminar quiénes realmente acabarán padeciendo la enfermedad.
“Si tienen pesadillas y se mueven, y tienen más de 55 años, las personas deberían hacerse un estudio del sueño. Claro que también puede tratarse de apneas o ataques epilépticos. Se les presta poca atención a las patologías del sueño y, cuando se diagnostican, ya llevan dos años”, concluyó.