La tragedia del SIDA
México, D.F., 18 de abril (Redacción Mundo de Hoy).- No obstante los avances que se han logrado en la lucha contra el SIDA, la Organización Mundial de la Salud y la Organización de las Naciones Unidas han informado que no se logró la meta propuesta en materia de SIDA para este trienio: atender a tres millones de personas infectadas por el virus. Sólo 1.3 millones de infectados pudieron ser tratados.
Pero la cifra de personas tratadas, con respecto a 2003, se ha triplicado. Esto es un respiro con respecto a las noticias que se tratan cuando se habla de SIDA.
Sin embargo, la presencia del virus es alarmante. En América latina y el Caribe se estima que hay 1.8 millones de portadores de la enfermedad y en 2005 se registraron 200 mil casos nuevos y 66 mil muertes. Se percibe claramente que la persistencia del mal obliga a mantener y acrecentar las formas de prevención.
Se ha demostrado que el SIDA puede ser controlado mediante medicación antirretroviral. La gran dificultad: el dinero. El gasto oscila entre los 10 mil y los 60 mil dólares por persona, suma inaccesible para casi la generalidad de los enfermos. Lo únicos capaces de proveer este recurso son los gobiernos. En América latina y el Caribe, un promedio del 68% de las personas infectadas recibe gratuitamente la medicación.
Pero el SIDA es una tragedia que crece cuando se toma de la mano con la pobreza. El 90% de los enfermos reside en países tercermundistas o, eufemísticamente, en “vías de desarrollo”. La ignorancia es el otro factor decisivo. La mayoría de las personas desconoce cómo se contrae el mal, cómo se lo puede evitar, además de no tener idea dónde puede atenderse.
Los centros médicos especializados o son muy pocos o no existen. Todos estos factores entran a la ecuación de la pandemia en los países pobres. Además se habrían de sumar los estereotipos que rigen la conducta social de algunos de estos países, pues generan desinformación a causa de los prejuicios y tabúes.
Por estos prejuicios, las mujeres han sido las víctimas preferidas, ya que dentro de ciertas culturas tienen prioridad todavía los hombres, tanto para ser instruidos como para ser atendidos al presentarse esta enfermedad.