LaSalud.mx.- El uso, abuso y dependencia a sustancia adictiva ha ido cobrando cada vez mayor importancia en las últimas décadas en el panorama social y de la salud en México. Igualmente, se han ido registrando incrementos preocupantes en conductas de carácter compulsivo como el juego patológico y los trastornos de alimentación, entre otros. Por ello, se están dedicando a trabajar en estas problemáticas un número cada vez mayor de personas, profesionales e instituciones de las ciencias sociales y de la salud, académicos, investigadores y terapeutas de diversas instituciones, tanto públicas como privadas y sociales.
En AMESAD, somos un espacio para conjuntar a los profesionales y personas comprometidas con la investigación, la prevención, la educación y el tratamiento de las adicciones en nuestro país.
Empezáremos por definir el término de “droga”, que es muy frecuente que se confunda con” sustancia capaz de producir adicción y daños a la salud, prohibida por la Ley”, sin embargo, su definición médica es “toda sustancia, excepto las que son necesarias para el mantenimiento de la vida (oxígeno, agua, etc.), que al introducirse a un organismo provoca cambios en su funcionamiento y a veces en su estructura”, siendo sinónimo de medicamento. Las drogas pueden ser legales o ilegales; adictivas o no.
La mariguana (cannabis, 9-delta tetrahidrocannabinol o THC) varia en su concentración dependiendo de la parte de la planta o especie botánica y el consumo humano y efectos que produce en él, son conocidos desde hace muchos años, constituyendo un problema social y de salud por su capacidad adictiva, dañando el organismo y la afectación de la vida de terceros, conociéndosele también como “la puerta de entrada a otras drogas”, siendo una droga psicoactiva e ilegal desde que la ONU, a través de la Organización Mundial de la Salud, así lo propuso considerando los daños que pueden provocar a la salud por su estado jurídico establecido en la Convención de Ginebra en 1961 y La Junta Internacional para la Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) clasificada entre las drogas ilegales más adictivas y de alto riesgo junto a la cocaína y la heroína, con sustento en evidencia científica.
El Dr. Rafael Velasco Fernández, médico especializado en Psiquiatría, Premio Nacional de medicina en el campo de la Salud Mental “Dr. Ramón de la Fuente Muñiz” (2008), Fundador de la Clínica de la conducta de la Universidad Veracruzana, Director de la clínica de la Conducta de la Secretaría de Educación Pública y Secretario Técnico del consejo Nacional contra las Adicciones. El Dr. Velasco participó como Secretario de Salud del Gobierno del Estado de Veracruz y en la Oficina Sanitaria Panamericana de la Organización Mundial de la Salud como Asesor Temporero en Salud Mental del Adolescente. Quien ha dedicado gran parte de su actividad al estudio de la psicopatología de los niños y adolescentes mexicanos, y a la prevención del consumo de drogas que causan adicciones. Su experiencia, obtenida del ejercicio profesional y de la cátedra durante 21 años ocupó en el Posgrado de Psiquiatría de la UNAM, constituye el respaldo de lo que aquí se expresa, desde una visión personal de quien se pronuncia por un enfoque integral.
En palabras del Dr. Velasco: “El tema del debate sobre la legalización de las drogas hasta ahora prohibidas, en particular la mariguana, ha producido una polarización de ideas, con un componente emocional que a veces raya en el fanatismo.
Hace apenas unos días fue dado a conocer el nuevo programa para la prevención del consumo de drogas en nuestro país. Entre quienes dedicamos nuestro mejor esfuerzo a esta tarea que, digámoslo con sinceridad, no había recibido el respaldo tan importante que hoy se anuncia, ha renacido la esperanza de alcanzar las metas deseadas desde la fundación del CONADIC, hoy convertido en Comisión Nacional. Las acciones propuestas obedecen a estrategias bien sustentadas y políticas acordes con la posición que México siempre ha mantenido en las convenciones convocadas por las Naciones”
El libro “La mariguana: El debate” esta sustentado en evidencia científica (OMS, UNESCO. OIT, JIFE Y LA ONUDD, todas dependientes de la ONU , que no buscan más que difundir y conocer la evidencia científica e instituciones de investigación como NIDA), que desgraciadamente no cuenta con el poder económico de las fuentes de difusión de los interesados en legalizar (vender),donde el principal interés del autor es dar a conocer las verdades de los efectos psicofísicos del cannabis en el consumo humano, desde la “intoxicación” y sus efectos inmediatos y a largo plazo (uso, abuso y adicción), así como, todos los trastornos respiratorios que produce el tabaco, también son efectos propios de la mariguana fumada, éstos incluyen el cáncer broncopulmonar y el enfisema, principales causas de muertes de más de seis millones de seres humanos en el mundo cada año.
Dando el enfoque de calidad terapéutica, desde hace diez años se han realizado estudios farmacológicos conforme a las normas establecidas para obtener resultados indudables en la utilidad de los principios activos se llego a las siguientes conclusiones: En algunas patologías ya citadas el principio activo causa mejoría en aumento de apetito y reducción de dolor, resulto el THC responsable de generar adicción y de producir efectos placenteros en el usuario y en ningún caso los beneficios fueron mayores o ni siquiera iguales a los que se obtienen con otros medicamentos plenamente reconocidos.
Es por esta razón y por muchas más que en AMESAD nos encontramos comprometidos en presentar las evidencias para sustentar la NO legalización de la mariguana porque el poder adictivo de la mariguana ha sido plenamente comprobado, llegando el autor a la siguiente conclusión utilizar sustancias psicoactivas que de manera directa e inmediata nos provocan estados placenteros, o nos evitan emociones desagradables, es atentar contra el modo normal en que ambas cosas pueden ocurrir. Lo anterior, independientemente de que su consumo frecuente produce un hábito que eventualmente provocarlo que los científicos denominan neuroadaptación, que constituye el substrato fisiológico y bioquímico de la adicción o dependencia.