Un mundo sin parásitos podría no ser muy agradable.
LaSalud.mx.- Creemos que estaríamos mejor sin este tipo de “bichos” aprovechándose de nuestro cuerpo. Supongamos que todos los parásitos del mundo desaparecieran de un momento al otro. ¿Serían los más sanos? Pues al parecer eso no sería así. Un mundo sin parásitos podría no ser muy agradable.
Es probable que siguiera habiendo tanta enfermedad y dolor como antes, pero mucho de la belleza del mundo natural desaparecería.
Y quizás hasta dejaríamos de tener relaciones sexuales.
La palabra se deriva del griego “parásītos” que significa “alguien que come en la mesa de otro”.
Hay millones de parásitos distintos. Muchos hongos son parásitos, entre ellos el organismo vivo más grande de la Tierra, un hongo de miel que ocupa 3,8 kilómetros de las montañas Blue en Oregón, Estados Unidos. También hay plantas parásitas, como el muérdago. Y no hay que olvidar las pulgas y piojos, y los virus y bacterias. Hay hasta pájaros parásitos: el más famoso es el cucú, que tiene la costumbre de poner sus huevos en los nidos de otros pájaros.
De hecho, los científicos estiman que alrededor del 50% de todos los organismos son parasitarios. Como dice el experto Andrés Gómez de ICF International en Washington, “son abundantes, ubicuos, diversos e importantes”.
Claramente entonces, si nos deshiciéramos de todos los parásitos, el mundo se vería muy distinto… ¡notarías la diferencia antes de que se ocultara el Sol!
“En cuestión de horas, millones de gente pobre se curaría de enfermedades crónicas graves como malaria, esquistosomiasis y ascariasis”, dice Kevin Lafferty, del US Geological Survey en Santa Barbara, California. “La gente podría trabajar más duro y disfrutar más de la vida. El ganado y las cosechas también serían más sanos”.
Pero esa luna de miel no duraría mucho.
La rebeldía de nuestro cuerpo
Por un lado, nuestros cuerpos podrían rebelarse.
“Si nos deshiciéramos de los parásitos, podría haber consecuencias no anticipadas, pues hemos evolucionado junto con ellos durante tanto tiempo”, advierte Jaap de Roode de la Universidad Emory, EE.UU.
Según la “hipótesis de la higiene” nuestro sistema inmunitario ha evolucionado para hacerle frente a cierta cantidad de infecciones. Así que si no estamos expuestos a parásitos y otras enfermedades cuando somos jóvenes, nuestro sistema inmunitario no se desarrolla bien y puede empezar a atacar nuestros propios cuerpos.
Eso podría explicar por qué tanta gente que hoy en día vive en entornos limpios sufre de alergias y enfermedades autoinmunes.
Y no sería sólo nuestro sistema inmunitario lo que se descontrolaría.
Plagas y pestes
Además de hacerle daño a la gente, los parásitos mantienen bajo control el número de insectos que comen plantas y otros animales que consideramos como plagas.
En cuestión de meses, los números de esas especies aumentarían y causarían daños graves en los cultivos, señala Lafferty. Como resultado tendríamos que usar aún más pesticidas, lo que afectaría la vida silvestre.
“Casi todas las especies tienen su parásito”, confirma Levi Morran, también de la Universidad Emory. “Y estos tienen un rol en los ecosistemas: sin ellos, la población podría explotar. Tendríamos que empezar a matar muchas cosas”.
Y no seríamos nosotros los únicos “matadores”. Habría una cornucopia de animales y plantas que en el mundo con parásitos habrían muerto, pero que sin ellos requerirían de algo que se los coma.
“A la naturaleza realmente no le gusta el vacío”, dice Lafferty. Depredadores como las arañas y los pájaros llenarían el lugar de los parásitos desaparecidos. Con el tiempo, se multiplicarían y a largo plazo, evolucionarían.
El incremento de la amenaza de los depredadores transformaría a muchos animales y plantas. Después de unos pocos siglos, dice Lafferty, la evolución cambiaría los “tipos de defensas que los animales y las plantas adquieren: más espinas, conchas más gruesas, químicos desagradables”.
Pero, ¿por qué no tendríamos relaciones sexuales?
Pues porque es posible que fueran los parásitos los que llevaron a los animales a volverse más atractivos sexualmente para sus parejas potenciales.
No hay un ritual de cortejo como el de las aves de emparrado. Viven en los bosques de Nueva Guinea y Australia, y los machos hacen bellas obras de arte para atraer a su pareja. Construyen un emparrado o una especie de quiosco con ramitas y lo decoran con objetos de colores brillantes, como frutas, conchas y hasta cosas hechas por el hombre, como lápices.
Las hembras sólo copulan con ellos si la obra es de excelente calidad.
La teoría es que la evolución de esta extraordinaria exhibición se debe a los parásitos. Y a ellos se les atribuyen también otros asombrosos atributos sexuales, como las dramáticas plumas de las colas de los pavos reales, la gran melena de los leones y los teátricos cuernos del carnero.
¿Y los humanos?
“Hay quienes piensan que el cerebro que tenemos puede ser resultado de la selección sexual, en la que se piensa que los parásitos son la clave”, señala Roode.
Es más, así como impulsaron la evolución de un cortejo llamativo, los parásitos también pueden haber sido el principal motor para la existencia del sexo mismo.